Es poco conocida la anécdota de que Wagner obsequió a Brahms en 1875 con una edición de lujo de la partitura de El oro del Rhin, dato que nos permite fantasear sobre las aspiraciones operísticas del hamburgués. Piedra angular del ciclo carolingio, reinterpretado a través de las plumas de Tasso y Goethe –inspiradores, por sendas vías, también del poema sinfónico lisztiano que completa el programa–, el caballero Rinaldo y sus cuitas de amor protagonizan esta cantata para tenor y coro masculino, en un destello de lo que pudo haber sido un Brahms operístico.

Un ensayo publicado en 1948 y una obra teatral escrita en 1967 dan forma a la Antígona de María Zambrano. El enfrentamiento fratricida –Etéocles y Polinices– como imagen arquetípica de la guerra civil, y la obligación moral de honrar a los vencidos se transmuta en Zambrano en una encarnación de su propia experiencia personal desde el exilio. Compuesta para orquesta y coro femenino, la obra de estreno de Pilar Jurado desarrolla este concepto, como contrapunto material –y espiritual– de la cantata brahmsiana.