Para el primer concierto que Beethoven compuso para el público vienés, el compositor escogió una tonalidad –Do mayor– de notorias connotaciones imperiales y secularmente asociada al empleo de trompetas y timbales. Esta fórmula, que ya había sido ensayada por Mozart en su concierto número 21, nos permite dudar de que la marcialidad del tema inicial de esta obra de factura plenamente clásica aluda –como se ha dicho en alguna ocasión– al fervor revolucionario de su autor. Más bien al contrario, sirve de marco para una luminosa partitura alejada aún del aura de fatalidad que caracterizará su estilo más emblemático.
La fatalidad constituye (ahora sí) la temática de Nänie, op. 82 y de la Canción del destino, op.54, obras que nos remiten al Brahms director y compositor de música coral. Una faceta menos difundida pero medular en el Romanticismo germánico, como atestiguan los numerosos ejemplos de Mendelssohn, Schumann o Bruch. En el caso del hamburgués, esta vertiente fue cultivada desde su juventud, con inusual celo musicológico y un profundo entusiasmo. Esta afinidad convirtió acaso a su producción coral en el medio de expresión poético-musical más efusivo de su siempre pudoroso autor.
ORQUESTA Y CORO NACIONALES DE ESPAÑA
David Afkham, director
Mitsuko Uchida, piano
PROGRAMA:
Johannes Brahms: Nänie, para coro y orquesta, op. 82
Johannes Brahms: Canción del destino, op. 54, para coro y orquesta
Ludwig van Beethoven: Concierto para piano y orquesta núm. 1 en Do mayor, op. 15