Nueve años tardó Bruch en completar su primer concierto para violín. La bisoñez del compositor, quien a la sazón contaba con diecinueve años cuando lo inició, explica esta demora. Sin embargo, y dado que ninguno de sus dos conciertos posteriores igualó la fama de este primero, quizá debamos atribuir a la pasión juvenil el éxito de esta obra, convertida de facto en «eslabón perdido» entre las obras homólogas de Mendelssohn y Brahms.
La pasión y el lirismo nunca permanecieron ajenos a la obra de Sibelius, aunque en su obra de madurez ambas parecieron encerrarse en una atmósfera crecientemente opresiva, a la vez que la composición se convertía en una tarea cada vez más ardua. Disconforme con el nuevo relato estético floreciente durante la década de 1910 que lo marginaba como autor retrógrado y extemporáneo, las dudas extendieron la composición de la versión definitiva de su Quinta durante seis años (y dos versiones descartadas) antes de dar con este conmovedor y atemporal fresco panteísta. En un momento vital análogo, el zaragozano Jesús Torres da testimonio en sus Tres pinturas velazqueñas de un recorrido estético mucho más liberador, de «escritura más factible» y abierta a reflejar «la sensualidad y poesía de la imagen».
ORQUESTA NACIONAL DE ESPAÑA
Jaime Martín, director
María Dueñas, violín
PROGRAMA:
Jesús Torres: «El triunfo de Baco» (de Tres pinturas velazqueñas)
Max Bruch: Concierto para violín núm. 1 en Sol menor, op. 26
Jean Sibelius: Sinfonía núm. 5 en Mi bemol mayor, op. 82